lunes, 25 de agosto de 2025

Asunto familiar, capítulo 4




Irene salió a la calle con el diario en mano. Ella no sabía cómo utilizar el celular de su nieta así que no pudo pedir un Uber para llegar a la ubicación y tampoco quería pedir un taxi tradicional ya que no contaba con mucho dinero en efectivo, por lo que caminó siguiendo las calles que había visto apuntadas.

Ella recordaba vagamente el rumbo para llegar a la estación abandonada, por lo que solo le bastó con preguntar a un par de personas que le guiaron hasta llegar.

Una vez llegó al edificio, Irene se sintió abrumada ante un gran edificio que brillaba de vida cuando ella era una joven de la misma edad que el cuerpo que ahora evitaba, ahora convertido en una sombra del ayer. La entrada no se encontraba vigilada y solamente tenía una cinta gastada de No Pasar. 

La mujer la hizo a un costado y se dirigió al interior de la estación, encontrando pisos llenos de escombro y polvo, ventanas rotas y puertas que apenas se sostenían de pie con bisagras oxidadas. 

Caminando por los pasillos ella sentía como si una presencia la estuviera siguiendo, pero al voltear no podía ver a nadie.

- "¿Hola? ¡¿Hay alguien aquí?!" - Irene decía con voz temblorosa, apretando el diario en su pecho. Sin embargo no recibía respuesta alguna del edificio vacío.

Ella caminó por un par de pasillos más pero tuvo la misma suerte, sin embargo sentía que la presencia que la acechaba era cada vez más pesada, por lo que se dirigió rápidamente a la salida, en donde finalmente se sintió a salvo caminando por las calles.

Tenía la intención de dirigirse al hospital para visitar a su nieta, pero se sentía un tanto desorientada por la ciudad así que prefirió ir de vuelta a la casa de Carol para poder buscar más cosas que le pudieran ayudar a encontrar a las personas misteriosas detrás del cambio.

A unas cuadras de casa de Carol, Irene volvió a sentir nuevamente la presencia del edificio. Volteó pero no vio a nadie detrás de ella. Continuó su camino por un par de calles más, volteando en todo momento sin embargo no podía ver a nadie. 

Una vez que llegó a la puerta de casa de Carol, Irene sacó las llaves para abrir cuando de repente un escalofrio recorrió toda su joven espalda. Ella podía sentir que había alguien parado justo detrás de ella. 

- "Señora Irene" - Una voz fría a secas dijo por su espalda.

Irene volteó lenta y temblorosamente, para encontrar una figura alta y encapuchada a pocos metros de ella. Soltó un pequeño grito ahogado y sujetó sus llaves como si fuera una especie de cuchillo para defenderse.

- "No se me acerque, ¿qué quiere?" - Irene le dijo con la voz nerviosa, ignorando por completo que aquel sujeto la había llamado por su nombre real y no por el de su nieta.

El sujeto dio un paso adelante acercándose a ella. - "No tema, no vengo a hacerle daño." - Dijo con una voz que parecía no tener ninguna emoción. Luego de eso sacó un sobre de papel de una de sus mangas, el cual estaba sellado con una cera oscura y un símbolo similar a los que Irene había observado en el diario de Carol. - "Esto es para usted".

El hombre caminó hasta quedar a solo un paso de Irene. Ella intentó amagar con sus llaves pero era inútil, aquel sujeto parecía no reaccionar a nada, como si fuera una especie de robot, o un fantasma.

- "No quiero nada, no me interesa. ¡Aléjese por favor!" - Irene le decía con la voz alterada y dando un paso hacia atrás, haciendola topar con la puerta, sintiéndose arrinconada.

- "Es de parte de su nieta, lo entenderá todo". - El hombre dijo, estirando su mano para entregar el sobre.

Irene quedó helada al caer en cuenta de lo que ocurría. Ese hombre era uno de los hombres misteriosos que ella había estado buscando. Se paralizó por un segundo y luego estiró un brazo para recoger el sobre.

- "¿Qui... quiénes son ustedes?" - Preguntó, pero no recibió respuesta. El encapuchado se mantenía inmutable. Irene bajó la mirada para observar a detalle el sobre. Confirmó que el símbolo del sello era idéntico a las formas que Carol dibujaba en el diario. Alzó la mirada para confrontar al encapuchado, sin embargo se dio cuenta que ya no había nadie frente a ella. Aquella figura alta y oscura se había desvanecido sin dejar ningún rastro.


Una vez dentro de casa, Irene se dirigió al cuarto de Carol y colocó el sobre junto con el diario, comprobando que el sello era la misma figura extraña. Se moría de miedo por dentro ya que todo esto era muy misterioso, pero aun así se decidió a abrir el sobre, revelando un mensaje que le heló la sangre.

"Abuela, si llegas a leer esto, significa que el proceso que hice salió bien y ahora eres una persona llena de vida. No sé qué pasará pero solo deseo lo mejor para ti. Tú me cuidabas siempre cuando era pequeña y siempre he querido devolverte todo lo que me has dado.
En los últimos meses nos hemos distanciado y siento mucho si esto te hizo sentir mal. Ahora con la ayuda de estas personas, me han permitido brindarte una nueva vida, será un cambio radical para ambas, y ya he sido testiga del proceso de otras personas. Si todo resulta una farsa supongo que habré perdido mi tiempo, pero si esto resulta real entonces tú recuperarás tu juventud y tendrás la oportunidad de vivir al máximo una vida que yo no he querido. Sé que no estarás de acuerdo con esto, pero es algo que yo quiero darte desde el fondo de mi corazón. No tengo muchos sueños o anhelos que me hagan tener ganar de levantarme a diario pero sé que tú sí. Así que disfruta tu nueva vida". 


Irene no podía creer lo que leía, las lágrimas rodaban por sus tiernas mejillas al leer las palabras de Carol. - "¿Ella siempre supo lo que ocurría? ¿Por qué no me lo dijo desde un inicio? No puedo aceptar esto, no puedo ver a mi nieta sufrir en mi cuerpo" - se decía a sí misma. Ahora tenía dudas que necesitaba resolver, y solo había una persona que podía contestarlas. Ella puso la carta en el escritorio y se levantó para colocarse sus zapatos para salir, pero cuando volteó para tomar la carta vio cómo la carta se empezó a desintegrar frente a sus ojos, como si mágicamente se estuviera incinerando desde dentro.

Asustada y con el corazón agitado, no quiso perder más tiempo y salió a todas prisas hacia el hospital para ver a su nieta. Al sacar el celular de Carol, intentó usar la app de Uber pero no sabía, por lo que le preguntó a un hombre que pasaba cerca, quien le ayudó amablemente.

- "Gracias, jovencito" - Irene le dijo, a lo que el hombre sonrió de forma un tanto burlona.

- "Órale, ni que estuvieras tan grande, estamos de la misma edad, niña" - Le contestó, mientras se alejaba con una risa.

Una vez en el auto, Irene sentía una inexplicable angustia que le oprimía el pecho. No entendía por qué se sentía así pero sabía que necesitaba llegar con su nieta lo más pronto posible. Sin embargo su angustia se hizo más grande cuando a medio camino el celular comenzó a sonar, era una llamada del padre de Carol, Mauricio, quien con una voz nerviosa y preocupada le informó que "su abuela" había tenido complicaciones en su salud y se encontraba grave, por lo que debería acudir a visitarla. Irene, alterada, le respondió que ya estaba en camino y llegaría pronto.

Una vez que llegó al hospital, Irene corrió como hace décadas no hacía, para llegar al pasillo en donde estaba la habitación de su nieta, sin embargo se encontró con Gabriela llorando en una banca, con Mauricio consolándola y un grupo de personas rodeando la zona para no dejar pasar a nadie. Irene sintió un agujero en su pecho, como si el mundo se hubiese detenido por unos segundos. Ella podía darse cuenta de lo que esa escena significaba. 

Se acercó con los ojos llorosos hacia Gabriela, quien alzó la mirada y rápidamente la jaló del brazo para fundirse en un fuerte abrazo.

- "Hija, lo siento mucho, tu abuelita..." - Gabriela le dijo entre sollozos y una voz ahogada.

Irene no pudo decir ninguna palabra, se sentía completamente paralizada ante la situación, no podía creer lo que estaba pasando. Mauricio también las abrazó, uniéndose los tres en un lamento.

- "Señora Gabriela, disculpe por la interrupción. Antes que nada mi más sentido pésame por su madre" - Un hombre con uniforme del Hospital le dijo, de manera educada. - "Pero me temo que necesito que me acompañe para realizar los trámites necesarios, usted como hija es la titular".

- "Discúlpenos, señor. Estamos en un momento muy grave, mi esposa no está en condiciones" - Mauricio respondió, poniéndose de pie y dirigiéndose al trabajador. - "Como yerno, también estoy en derecho, me parece. Así que yo haré los trámites necesarios en lugar de mi mujer".

El hombre asintió y se alejó del lugar junto con Mauricio. Irene observó la escena, admirando el gesto de Mauricio hacia su hija, y luego continuó abrazando a Gabriela.

- "¿Pero qué pasó? mi ni... abuela estaba bien, solo era un pequeño derrame" - Irene preguntó a Gabriela.

- "Aun no sabemos bien, mija, me llamó el Doctor diciendo que hace unas horas comenzaron a ocurrir complicaciones en la salud de tu abuela, al parecer el derrame solo era un aviso de algo peor" - Gabriela le dijo, recuperando el aliento para poder hablar - "No lo sé, es como si de repente algo se hubiera activado en ella, ¿sabes?"

Esas últimas palabras hicieron que Irene relacione todos los hechos. El repentino deterioro de Carol, cuando ella a pesar de su edad aun mantenía una buena salud, sus dolores de cabeza, sus mareos. Era como si a partir del cambio, su cuerpo anciano automáticamente hubiese colapsado. Tal vez por la presencia de Carol, o quizás algo más, quizás el ritual requería que una de ellas desapareciera.

Irene se levantó, dio un par de pasos para irse del lugar a buscar a los hombres encapuchados. Sin embargo el llanto de Gabriela la hizo detenerse. Si bien ahora ella era "la hija", no podía dejar su lado materno y prefirió regresar para seguir consolando a su hija.


Al día siguiente, la familia se encontraba reunida en un cementerio, enterrando el cuerpo de Irene. La mujer, vestida de negro y con una mirada vacía, observaba la escena. Cómo su nieta se había ido de este mundo junto con su cuerpo y ahora ella poseía su juventud. Sabía que esto había sido la voluntad de Carol, pero sentía culpa, ella no se sentía merecedora de ese regalo de vida, y deseaba ser ella quien estuviera realmente en el ataúd.


"Ella se ha ido, para siempre. Y ahora solo quedo yo... ésta soy yo" 

Irene pensaba para sí misma mientras la gente se alejaba para subirse a sus autos y ella se quedaba ahí, en medio del campo mirando hacia el horizonte. Sus padres se acercaron para pedirle que se retiren, pero ella les dijo que se vayan, pues quería quedarse a solas un momento para poder despedirse. 

La pareja hizo caso y se fueron, no sin antes que Irene le pidiera a Mauricio hablar un momento a solas.

- "¿Qué pasa, hija?" - El hombre le preguntó, creyendo que quizás la mujer necesitara ayuda en algo.

- "Nada, yo... yo solo quiero agradecerte por todo... Papá" - Irene dijo con una sonrisa y mirando a Mauricio con admiración y respeto por primera vez, pues antes solamente lo soportaba al ser el marido de su hija.

- "¿Todo de qué, hija?" - Mauricio respondió extrañado y con una sonrisa.

- "Por encargarte de todo: los trámites, llevarnos a todos lados, de cuidar a... mi madre. En verdad que nos has ayudado mucho y no sé cómo podría pagarte" - Irene le dijo y luego lo abrazo de manera fraternal.

Mauricio no entendía la situación, y se sentía extraño al escuchar hablar así a quien creía que era su hija. Sin embargo no cuestionó nada y simplemente la abrazó de vuelta, sintiendo el cariño genuino de aquella mujer.

Después la pareja se marchó e Irene se quedó unos minutos observando la tumba, aun incrédula de todo lo que había pasado en los últimos dos días. Ella miraba al cielo, implorando por respuestas a lo que debía hacer ahora. Se sentía perdida. Sí, tenía un cuerpo en buena forma, juventud y mucha vitalidad, pero este era un mundo totalmente ajeno a ella, se sentía como una completa desconocida y fuera de lugar. No sabía ni cómo manejar un celular, ni usar las redes sociales o sobre moda actual.

Justo cuando se disponía a irse, sintió un frío recorriendo su espalda. La misma sensación que tuvo cuando el encapuchado se apareció en casa de Carol. Ella volteó, comprobando que aquél sujeto se encontraba parado a la distancia, observando todo. Irene no perdió ni un segundo en correr hacia él.

- "¿Qué haces tú aquí? ¡¿Ustedes le hicieron esto a mi nieta?! Era solo una niña, ¡por Dios!" - Le reclamó con todas sus fuerzas, pero el hombre no se inmutó, al igual que el encuentro anterior.

El hombre no llevaba máscara en este encuentro, sin embargo su capucha hacia que la sombra ocultase su rostro. Él solamente estiró su brazo, entregando un nuevo sobre con el sello característico. Irene lo tomó, esta vez sin quitar la mirada de encima para que no desapareciera.

- "Quiero que me expliques todo, por favor. Nada de cartas, quiero la verdad".

- "Solo léela" - Respondió con la misma voz frívola.

Irene se negaba a quitar la mirada de encima, pero tuvo que abrir la carta, mirando de reojo al hombre para no perderlo de vista. Dentro de la carta simplemente había una dirección escrita.

- "¿Y esto qué? No pienso ir a ningún lado hasta que no me digas qué quieren" - Irene le dijo poniendo un brazo en su cintura.

- "Nos vemos a la media noche" - El encapuchado dijo. Y luego de eso el claxon de un automóvil distrajo a Irene, era el auto de Mauricio quien se acercó para que se fueran juntos. Al voltear nuevamente, el hombre ya había desaparecido. Irene maldijo entre dientes la distracción pero luego se subió al auto, preguntando a la pareja si vieron a alguien cerca de ahí, a lo que ellos respondieron que no había nadie y solo estaba ella sola en medio del campo.

Mientras el auto se alejaba del lugar, Irene volteó hacia atrás, para notar que la silueta de aquel hombre estaba junto a un árbol, observándola a la distancia.



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