jueves, 28 de agosto de 2025

Asunto familiar, capítulo 5 (final)


El reloj marcaba la media noche. La oscuridad total de un edificio abandonado se vio interrumpida por la luz de la linterna que Irene llevaba en su mano. La mujer ingresó sin mayor problema al lugar que indicaba la carta que le dio el encapuchado: un edificio abandonado a las afueras de la ciudad. 

Ella caminaba nerviosa pero con paso firme a través de los pasillos polvorientos del lugar. Algunas habitaciones no contaban con ventanas y puertas, y en su lugar habían sido sustituidas por telarañas. Ella podía escuchar el sonido de ranas y grillos por todos lados. Y aunque ella los odiaba, estaba decidida a averiguar toda la verdad.

Una vez llegó al centro del edificio, ella vio 3 figuras encapuchadas de pie en forma de triángulo, mirándose entre sí. Ella se acercó con un paso más lento y precavido a la escena pero al instante que ella dio unos pasos, los 3 sujetos voltearon de forma sincronizada hacia ella, lo cual la hizo soltar la linterna del susto.

- "Bienvenida, Irene" - El hombre de en medio habló con su distintiva voz fría.

- "¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren de mi familia? ¿Qué quieren de mí?" - Irene preguntó mientras se agachaba para recoger su linterna.

Los 3 sujetos permanecieron en silencio. Irene repitió las preguntas pero seguía sin recibir una respuesta. Luego ella tomó la linterna para alumbrar la cara de los sujetos. Dos de ellos llevaban máscara pero el de en medio no. Irene alcanzó a notar que el hombre tenía una cicatriz en su ceja derecha, tal como su nieta había descrito al líder. Entonces entendió que no se encontraba ante cualquier persona.

- "¡Respondan o llamo a la policia!" - Dijo con la voz más desesperada y apuntando con su linterna como si fuera algún arma.


El hombre de en medio dio un paso adelante hacia Irene. Ella se paralizó del susto mientras veía a aquel hombre que le sacaba al menos unos 30 cm de estatura acercarse a ella.

- "No policía, no personas". - El hombre dijo, mientras caminó otros 3 pasos hasta quedar justo delante de Irene.

Ella se quedó inmóvil, intentó hablar pero las palabras no salían de su boca. El hombre sacó debajo de su manga un sobre y lo extendió hasta Irene.

- "No, no más sobres, estoy harta de esto" - Ella le respondió rompiendo su miedo - "Yo vine por respuestas, quiero que me expliquen todo, ¡quiero que me digan qué le hicieron a mi nieta!".

El hombre abrió el sobre y comenzó a leer en voz alta:

"Irene Catalina Ruiz Malpica"

-Irene sintió un escalofrío recorriendo su espalda al escuchar al hombre diciendo su nombre completo. El hombre continuó leyendo-

"Como voluntad de Carol Andrea Martínez Cueva, usted queda a cargo de toda posesión material e inmaterial de la antes mencionada. Esto incluye su cuerpo físico y sus memorias de inicio a fin."

Irene escuchaba atónita y sin poder creer lo que el hombre decía. Aun no entendía lo que estaba ocurriendo.

- "No, no, espérense, ¿De qué rayos están hablando?" - Preguntó, pero el hombre no se inmutó ante su reacción y continuó leyendo.

"Este derecho es irrevocable e intransferible. El cambio viene con una obligación a ser cumplida si el destinatario acepta el destino"

El hombre bajó el sobre y miró directamente a Irene. - "Irene, ¿acepta usted las condiciones propuestas para preservar la vida y destino que le ha sido asignado?"

Irene lo miró con incredulidad. - "¿Me están jodiendo? ¿Acaso quieren que acepte arrebatarle todo a mi nieta?"

- "Arrebatar no, aceptar. Esta es la voluntad de Carol, si usted no la acepta, este derecho se perderá y usted compartirá el mismo destino". - El hombre dijo mientras estiraba el sobre para que Irene sujete.

- "Déjenme ver si entendí bien. Carol, mi nieta... ella aceptó darme su vida solo porque sí. Y si yo no la acepto también tomarán la mía? Ustedes son unos desgraciados".

- "Si usted acepta, todas sus preguntas serán respondidas" - El hombre dijo mientras estiraba el brazo insistiendo una última vez. - "El tiempo se agota, tienes hasta la 1am".

Irene volteó al reloj, eran las 12:58 y no podía perder más tiempo. En su mente tenía un debate interno. ¿Acaso debía aceptar lo que Carol le dio? ¿Estaría mal tomar el lugar de su nieta? ¿Por qué esto le sucedió? Mil preguntas más pasaron por su cabeza. Cuando se dio cuenta, ya eran las 12:59 y faltaban unos segundos para que se acabe el tiempo.

En el último segundo, Irene estiró su brazo y tomó la carta, haciendo que ésta emita un brillo junto con los ojos de Irene. El brillo dejó cegada a Irene, quien no podía ver nada más que todo el blanco, incluso si intentaba cerrar los ojos o taparlos, lo que único que veía era esa luz cegadora, hasta que poco a poco el brillo comenzó a disminuir gradualmente. Sin embargo lo que veía no era el edifico en donde estaba, sino que se encontraba en su antigua casa, y no solo eso sino que podía ver su antiguo cuerpo sentado en un sillón, mirándola. Ella miró hacia abajo, notando que aun estaba en el cuerpo de su nieta, sin embargo ambas se encontraban en una versión mucho más joven, siendo Carol una niña e Irene una mujer de mediana edad. Irene reconoció el momento, se trataba de la ocasión en que Carol había roto una ventana accidentalmente, en ese momento llegó Gabriela a regañar a la pequeña, Irene recordaba vagamente este momento pero ahora lo estaba viviendo en carne propia desde la perspectiva de su nieta.

Después de eso, Irene comenzó a revivir más momentos de la vida de Carol. Desde sus primeros recuerdos siendo una bebé hasta sus momentos más íntimos, como la primera vez que notó que sus pechos estaban creciendo, su primera menstruación. Su primer beso, su primera caricia, incluso la primera vez que se masturbó. Todos estos momentos no solamente los estaba mirando sino que los estaba viviendo, podía sentir todo: cada caricia, cada enojo, cada alegría. Todo lo que alguna vez Carol había sentido, pensado, experimentado o hecho ahora le pertenecía a Irene. 

Junto con todo esto, ella también podía entender a la perfección a Carol. Aunque la joven había estado rodeado de una familia cercana, ella en su interior guardaba un resentimiento hacia ella misma, lo cual hacia que ella no se sintiera merecedora de nada bueno, incluida a su propia familia, su cuerpo o incluso su vida. Habiendo contemplado en un par de veces el terminar con ésta.

La vida de su nieta continuó avanzando, hasta llegar al momento en que conoció por primera vez al grupo de encapuchados. Con todos sus recuerdos, ahora Irene comprendía el porqué Carol había buscado este tipo de personas. Si había alguna manera de escapar de esta vida "inmerecida" y que encima implique permitir que alguien más pueda tomar tu lugar, sería una forma de ganar para ambas partes. 

Los pensamientos que Carol plasmó en su diario cobraban sentido. Irene vivió de primera mano el escribirlos, el sentimiento de incertidumbre si todo esto era real o solo una secta que buscaba estafar. Desde la mente de Carol pudo ver todos los "procesos" en los que la gente era intercambiada, o incluso realizaban otros rituales como cambiar la apariencia física de una persona o transformarla en el sexo opuesto.

Irene intentaba tomar el control y actuar por su cuenta pero al tratarse de recuerdos no podía hacer nada al respecto, más que vivir todo como si fuera una película en la cual podía oler y sentir todo. Conforme pasaron los días, ella comprendió que la secta actuaba de manera oscura y por las sombras, pero siempre actuaba de manera justa y con el consentimiento de las personas que desearan un cambio en su vida. Fue entonces cuando revivió el momento en el que Carol solicitó un cambio para ella. Al igual que en las cartas que ella dejó escritas, su nieta se había sentido mal con Irene, al dejarla abandonada por mucho tiempo sin mostrar preocupación. A pesar de todo, en los propios recuerdos de Carol, Irene pudo sentir el gran amor que su nieta le guardaba de toda la vida, y desde esta perspectiva, Carol sentía que su abuela había perdido muchos años de su vida cuidando a la familia, soportando una vida solitaria desde que el abuelo falleció.

El trato que Carol hizo con la secta fue intercambiar sus cuerpos, para que Irene pudiera vivir una nueva aventura y una nueva vida. La vida que ella no sentía merecedora. Sin embargo una parte de este proceso requería que una de las dos partes tendría que perecer para poder sellar el cambio de manera permanente. Carol eligió ser ella quien sufriera este destino, sin embargo era consciente que su abuela nunca permitiría que algo así sucediera, así que tuvo que fingir no saber qué era lo que estaba pasando para que Irene no hiciera algo al respecto.

Entonces Irene comprendió los últimos días. Los mareos y malestar de Carol en su cuerpo anciano eran consecuencia del trato, su salud se deterioró pero fingió no saber nada. Y entonces en el hospital, Carol le dejó señales para que Irene se distrajera encontrando pistas y persiguiendo a los hombres encapuchados. Todo esto para que durante ese tiempo Carol pudiera abandonar el mundo sin nadie a su alrededor. 
Irene sentía una mezcla de dolor y frustración pero también una sensación de alegría al comprender que el plan de su nieta había funcionado, y ahora, después de todo, ella era Carol. Y finalmente podía entender y compartir los motivos de por qué Carol hizo lo que hizo, y junto con eso también podía sentir la nueva vitalidad que había heredado con su cuerpo. Su sentimiento de culpa había disminuido hasta casi desaparecer con todos los recuerdos y sentimientos de Carol. Tras esta revelación ella finalmente había aceptado el cuerpo que se le había dado y había aceptado la nueva vida que le esperaba.


Cuando la experiencia acabó, el sol ya iluminaba el cielo y los pasillos del edificio. Irene apareció de entre las paredes de aquel lugar, saliendo hacia la calle, pero esta vez tenía un semblante distinto. Una mirada llena de luz, una sonrisa discreta y una manera de caminar que transmitía seguridad y confianza. La mujer que salió de ese edificio era una mujer distinta, una mujer nueva, una mujer renovada. Una mujer con la vitalidad de una joven pero la experiencia de una persona mayor. Irene había elegido un nuevo inicio. Ahora tenía el doble de razones para vivir una nueva vida.

Y a medida que ella se alejaba por el horizonte, a lo alto del edificio aquel hombre encapuchado observaba con una sonrisa en su rostro. Se dio la media vuelta, caminando hacia un escritorio de donde sacó la fotografía de Irene y Carol, unidas por el tallo de una flor. El hombre sacó un cerillo y prendió fuego a las fotos, incinerándolas, lo cual despidió un humo color rosa. Finalmente el hombre guardó el cerillo y pronunció las palabras "Asunto terminado". 


Fin



2 comentarios:

  1. Impresionante final, espectacular. Si te soy sincera me encantaria ver un mini epilogo de irene disfrutando de su nueva juventud sin culpa e incluso cambiando su nombre legalmente a irene pero entiendo si no dispones del tiempo o tienes otros planes. Muchas gracias por compartir, fue maravilloso.

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  2. Y me encantó esa sonrisa del final en la imagen, expresa sus emociones muy bien!!!

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